LA BELLEZA como premisa.
Daniel Bermúdez Samper concibe el mundo a través de los ojos de la arquitectura, la cual define como el buen uso de la técnica y la simpleza.
Textos Daniel Santamaría
Fotos Cortesía Bermúdez Arquitectos
La búsqueda incansable del atractivo estético ha llevado a Daniel Bermúdez a encontrar sublimidad donde todos ven devastación. Para él, la ruina genera una fascinación única, la define como “la arquitectura a la que el tiempo le ha quitado todo lo que sobra y es allí donde resalta su belleza”. Muy pocos saben que posee una envidiable colección de sillas, a las que considera los objetos de diseño más sofisticados. Según él, agrupan todos los elementos de la arquitectura: utilidad, encanto y estabilidad. Dice que prefiere los modelos de 1920 hasta hoy y cuya historia esté vinculada a la industrialización. Hijo de Guillermo Bermúdez, reconocido arquitecto colombiano, este bogotano desarrolló su pasión por la arquitectura en los pasillos y salones de su casa, donde su padre solía reunirse con colegas como Fernando Martínez Sanabria o Rogelio Salmona, de quienes aprendió a entender la crítica como una oportunidad de cambio y a ver cada proyecto desde diferentes perspectivas.
Aunque su anhelo era ingresar a la Universidad Nacional de Colombia, donde su papá era profesor, no pudo presentar el examen de admisión y finalmente se inscribió a arquitectura en la Universidad de Los Andes. De su carrera universitaria recuerda haber aprendido la importancia en la conformación y desarrollo de las ciudades, algo que posteriormente fue el pilar de sus proyectos más destacados. Al igual que su padre, en 1975 se convirtió en profesor. Ingresó como docente de taller en Los Andes, institución en la que actualmente es profesor emérito. “La enseñanza es una manera de aprender, todos estos años el que más ha aprendido he sido yo. La arquitectura tiene la ventaja que sirve para muchos trabajos y da muchas posibilidades”, afirma.
PROCESO DE CREACIÓN
Desde su visión cada proyecto es único y no sigue un camino lineal, aunque afirma que todo comienza por la investigación. “Uno debe sumergirse en el proceso por completo, se arremanga desde el primer día y empieza, los primeros dibujos son preguntas, el arquitecto es un hacedor de preguntas, cuando comienza a tener certezas es que el proyecto va estando estructurado. Las mismas obras le dicen a uno cosas”, señala. Para él la creación es un constante diálogo con el dibujo, el arquitecto debe saber cuándo alejarse para verlo todo desde la distancia como una creación independiente y así tomar decisiones que le permitan avanzar. Su definición de arquitectura está más cercana a una proyección que nace desde la mente para plantear una solución a un problema específico y en la que las primeras ideas se plasman en el papel, porque según Daniel, a la mente no la va a reemplazar nadie.
ALIADO DE LA LUZ
Hay dos aspectos fundamentales en sus proyectos: la luz y el vidrio, dos elementos imprescindibles que en sus obras llegan a tener un papel más relevante incluso que los materiales tangibles y visibles de cada lugar. En sus trabajos prevalece la búsqueda continua de la belleza y la comodidad para las personas, para él la luz natural es claridad y el vidrio el complemento perfecto para brindar el bienestar y la amplitud que toda obra debe reflejar.
Sus diseños más reconocidos tienen la particularidad de estar íntimamente vinculados a la cultura y la educación, como una contribución al servicio de las personas y al desarrollo de las ciudades en materia de espacios públicos. Dentro de los más destacados se encuentra el Centro Cultural Julio Mario Santo Domingo, que comenzó como un encargo para realizar la biblioteca, pero al que tiempo después también se le sumó el Teatro Mayor, uno de los retos más grandes de su carrera y que finalmente se convirtió en un epicentro de la cultura y la educación para miles de personas en Bogotá, entre ellas los niños.
Su mayor orgullo es saber que a través de la cultura se consigue dignificar a las personas y transformar sus vidas, más allá de los premios o reconocimientos “lo más importante es que las obras puedan conservarse, si se consideran patrimonio en el futuro me gustaría mucho, pero no me corresponde a mí juzgarlo”, señala. La Biblioteca el Tintal es otro de sus grandes trabajos en Bogotá. La primera licitación de este proyecto fue declarada desierta durante la alcaldía de Enrique Peñalosa, pero en 2001 su diseño le fue encomendado. Ubicada en el sur de la ciudad, donde antes funcionaba una planta compactadora de basuras, esta mega obra se distingue por la simplicidad de su arquitectura y particular belleza.
Uno de sus proyectos más novedosos es el Centro de Convenciones Ágora de Bogotá, realizado en convenio con Estudio Herreros, obtuvo el primer lugar en el Concurso Internacional realizado por la Cámara de Comercio. “Yo había conocido a Juan Herreros en Madrid porque en ese entonces Ramón, uno de mis hijos, trabajaba allí, por lo que la comunicación durante toda la obra fue muy fluida. Este proyecto brindó a esa zona de Bogotá una renovación urbana muy importante”.
“El espacio público tiene la particularidad de ser el lugar donde todos somos iguales”
— Daniel Bermúdez
Para Daniel el diferencial por la que su propuesta en sociedad con Juan Herreros fue adjudicada al Ágora, estuvo en la capacidad de producir un proyecto lleno de momentos de belleza e imaginativo, pero cimentado en la racionalidad, porque para él la racionalidad en la arquitectura permite que en todos los procesos de construcción haya armonía. Su interés principal siempre ha sido crear obras para el servicio de los demás, por lo que la gran mayoría de sus proyectos han sido de lugares públicos ya que Daniel siente que “en el sector privado nunca he podido expresar mis ideas porque deben regirse por las ganancias y eso no me interesa, la utilidad de la arquitectura es a largo plazo y para el beneficio de la sociedad”, comenta.
FAMILIA DE ARQUITECTOS
Además de su padre Guillermo Bermúdez, la mamá de Daniel también estudió arquitectura y fue diseñadora de jardines. Su esposa también es arquitecta y actualmente en su estudio trabajan dos de sus hijos, arquitectos como sus padres. Aunque se acostumbró a realizar sus proyectos solo, reconoce que ahora el hecho de trabajar con sus hijos le ha dado mayor flexibilidad para discutir los trabajos que realizan, sin embargo, para él hay momentos de los proyectos que son decisiones más personales.