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La receta perfecta

La receta perfecta

Diferentes elementos entran en juego durante el diseño y la construcción de una vivienda. En Casa Montoya, los arquitectos logran encontrar el equilibrio en cada una de esas fuerzas para moldear su obra.

Textos María Camila Duque
Fotos Camilo Suárez

 

A medida que se desciende por la pendiente que conduce a Casa Montoya, van apareciendo, cada vez más grandes e imponentes, los muros que marcan la entrada a la vivienda y que anuncian, desde el primer momento, que esta es una construcción con grandes ambiciones y sin temores de hacerlo saber.

Para los arquitectos de JDG Arquitectos, Daniel Pineda y Juan David Garcés, cada proyecto que emprenden les plantea una configuración completamente diferente, lo que les impide caer en réplicas o modelos.

“En este tipo de obras es muy difícil partir de un solo concepto, pues son muchas las variables de las que nos aferramos para lograr el resultado final”, comenta Daniel.

Este proyecto en particular, una vivienda comisionada por un cliente privado en las afueras de Envigado, no fue diferente. Al momento de enfrentarse a la propuesta inicial, los socios arquitectos tuvieron que cotejar, en un mismo terreno, variables como la normatividad, los requerimientos de los futuros dueños, las condiciones climáticas y topográficas, mientras que buscaban espacios donde pudieran plasmar sus propias exploraciones como diseñadores. Cada uno de estos aspectos, y los intereses que ellos conllevan, encuentran una materialización en la edificación que alcanza los 650 metros cuadrados y que llena el recorrido de detalles sorprendentes.

“La fachada principal es uno de los puntos más importantes porque es lo que queríamos que se viera cuando llegan los invitados  y el cliente quería algo imponente”, afirma Juan David. Los muros en piedra que enmarcan el acceso, la enorme puerta con el camino de madera que le da continuidad hasta el techo, los grandes paneles de vidrio que dejan entrever las escaleras flotantes en el interior y el llamativo jardín logran el efecto deseado.

Una vez adentro, la magnitud que comunica el exterior continúa en el recibidor gracias al techo a doble altura que anuncia el nivel superior y a la abundante luz que entra por las paredes de vidrio que, a su vez, hacen difusos los límites entre las plantas exteriores y las interiores, las cuales marcan el camino hacia la amplia zona social del primer piso.

“El lobby es un espacio que tiene una jerarquía grande dentro de la casa, por eso le dedicamos tanto espacio. Es uno de los tres volúmenes que constituyen la construcción”, asegura Juan David. Está construido en estructura metálica, alberga las escaleras en madera y sirve como punto de encuentro entre el primer y el segundo piso.

El resto del primer piso, sin contar el acceso secundario, la zona de servicio y una habitación para huéspedes, lo ocupa una amplísima área social que incluye sala, comedor, cocina y terraza. La intención allí era crear un espacio que pudiera integrarse por completo. Así, las tres estancias interiores se funden con la terraza por medio de puertas vidrieras corredizas que se abren por completo en ambos sentidos, lo que permite configurar el área de acuerdo con las necesidades particulares del momento.

“Hablamos de personas que tienen reuniones sociales constantemente por lo que un sector integrado de entretenimiento era sumamente importante”, explica Daniel. Allí también introducen una de sus búsquedas como diseñadores, la de integrar la naturaleza dentro de la vivienda de la forma más orgánica posible. Un “muro” de enredaderas que separa la cocina del comedor y la sala les permitió solucionar una inquietud de la dueña de la casa. “No queríamos una división muy tajante y esto nos permite hacer una separación que fuera permeable”, asegura uno de los arquitectos.

Hacia la parte posterior de la casa, se extiende la terraza con una vista privilegiada sobre el Valle de Aburrá. En gran medida esta condición del terreno fue decisiva para la orientación de esta área y la de las dos habitaciones principales en el segundo piso. También para ubicar uno de los atractivos principales de toda la propiedad: el jacuzzi.

Este elemento en particular fue un reto grande para los arquitectos, pues le adicionaba unas cuatro toneladas más a una estructura que sola ya era pesada.

“Dividimos la casa en tres volúmenes para equilibrar las cargas. Uno de ellos es el hall de entrada y otro acoge el área de servicio del primer piso y dos habitaciones del piso de encima. El tercero es el más pesado y robusto de ellos y es donde está la zona social con la terraza y el jacuzzi, ubicados en el primer piso; y las dos habitaciones principales, en el segundo. Además de esto, logramos sacar un sótano debajo de la terraza, gracias a la pendiente del lote, en el que ubicamos un salón de juegos y gimnasio”, describe Juan David.

De esta manera, lograron sortear las limitaciones que imponía la normatividad en el tamaño de la construcción para aprovechar una condición topográfica que en muchas ocasiones se prefiere eliminar por medio de una explanada en el terreno. “Las dificultades que encontrábamos se convirtieron en oportunidades”, expresa Daniel.

Así, con soluciones creativas lograron tener todos los factores en cuenta para encontrar la receta perfecta de esta casa particular ■


 

 

 

Daniel Pineda y Juan David Garcés

Locación
Medellín
Estudios
Arquitectura – Universidad
Pontificia Bolivariana

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