La riqueza natural en el sur del Valle de Aburrá, pilar en la calidad de vida
Una mirada a la riqueza natural de esta zona, su importante rol en la sostenibilidad del territorio y su impacto para el desarrollo humano.
Que las corrientes del viento no se sientan tan fuertes en el centro de las urbes o que el aire sea respirable. La calidad de vida de un ciudadano está más conectada de lo que muchos creen con esas montañas que hacen parte del paisaje.
Además de ser zonas para el disfrute, una caminata los fines de semana o montar en bicicleta, los ecosistemas que hacen parte de los municipios del sur del Valle de Aburrá también son una barrera rompe vientos en el área. “Los árboles más grandes evitan que las corrientes muy fuertes lleguen hasta las zonas rurales y urbanas de los municipios”, explica Adolfo Correa, de la subdirección de ecosistemas de Corantioquia.
Esa cercanía con los entornos verdes, sumada al crecimiento urbano de municipios como Caldas, La Estrella, Sabaneta, Itagüí y Envigado hace parte del atractivo de estos puntos estratégicos cuando se trata de comprar vivienda.
Cada uno de estos municipios cuenta con áreas protegidas, en las que se busca garantizar la sostenibilidad y biodiversidad del territorio. El humedal Ditaires, en Itagüí; La Romera, en Sabaneta; El Alto de San Miguel, en Caldas; El Romeral, en La Estrella, y La Heliodora, en Envigado, son algunas de las áreas naturales que pintan de verde el sur del Valle de Aburrá y le regalan a sus habitantes la posibilidad de un aire más limpio.
Agrega Adolfo Correa que en estas zonas también habitan especies de flora y fauna, cada una con funciones específicas que mantienen un equilibrio natural, “entre ellas están los controladores biológicos o los bichos que polinizan los cultivos”. Otro ejemplo es el Alto de San Miguel, donde está cerca del 30 % de todas las especies de aves que hay en Colombia.
La protección de estas áreas con tanta riqueza natural en el sur del Valle de Aburrá es también una oportunidad para generar conciencia en quienes habitan estos municipios. “Muchas personas no entienden qué representa ese verde porque siempre está ahí, no se mueve, no desaparece. Tampoco el agua que sale de la llave ni el aire que estamos respirando todo el tiempo”, dice Adolfo.
De eso se trata la conciencia ambiental: comprender la naturaleza que rodea a cada persona, aprender a protegerla de la mano de las instituciones que cumplen esta función.
Así, por ejemplo, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (Amva), desde la estrategia Plan Siembra Aburrá, tiene como principal objetivo adelantar procesos de restauración ecológica en áreas urbanas, periurbanas y rurales, como explica la subdirectora ambiental de la entidad, Ana María Rendón, “para contribuir al mejoramiento de la calidad ambiental del territorio, mejorar los espacios públicos verdes, la biodiversidad y fortalecer los ecosistemas estratégicos de la región y sus alrededores”.
Conexión natural
Estos ecosistemas estratégicos son garantes de bienes y servicios ambientales esenciales para el desarrollo humano sostenible.
La Subdirectora del Amva aclara que cuando se habla de los servicios ecosistémicos, se hace referencia a todos los beneficios que brinda la naturaleza: “Se dividen en cuatro grupos. Los primeros son los servicios culturales que abarcan las riquezas inmateriales como la recreación y el ecoturismo; les siguen los servicios de regulación de la calidad del aire, del ciclo hidrológico o la fertilidad de los suelos; también están los servicios de aprovisionamiento que hacen referencia a los productos consumibles; y por último están los servicios de sostenimiento, estos son los bienes necesarios para que los otros servicios sigan existiendo”.
Desde el Plan Siembra Aburrá, también se busca aumentar las zonas verdes para potenciar la mitigación del cambio climático, “disminuir la contaminación, incidiendo en una mejor calidad de las formas de vida que habitan el territorio metropolitano”, asegura Rendón. Un total de 192.954 árboles se sembraron entre 2016 y 2019 en las zonas rurales, periurbanas y urbanas de los cinco municipios del sur del Valle de Aburrá. Con la consolidación de estos “bosques urbanos” se está contribuyendo al mejoramiento del microclima, la sensación térmica y la calidad del aire, así como a reducir las islas de calor. Según el Sistema de Árbol Urbano SAU hay cerca de 40 especies arbóreas en el Sur del Valle de Aburrá, que se presentan aquí con mayor frecuencia debido a las condiciones bioclimáticas de la zona.
Más cerca de la ciudad
Otra de las ventajas de estos espacios es la cercanía a la zona urbana de los municipios y el fácil acceso. Los habitantes de todo el Valle de Aburrá pueden visitar y conocer puntos como el Parque Lineal La Heliodora, El Salado y la Guayacana en Envigado. La Heliodora cuenta con un orquideorama con más de 32 especies y un espacio de educación ambiental para sus visitantes.
Otro importante núcleo natural es La Romera, un área de 243 hectáreas en Sabaneta, hogar de importantes aves endémicas como el cacique candela y la ranita paisa. Animales, árboles y redes hídricas representan más que un paisaje, son el soporte de la vida y el impulso para el desarrollo humano sostenible.
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