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Arquitectura para la salud, la herencia de las pandemias

Arquitectura para la salud, la herencia de las pandemias

A lo largo de la historia las epidemias y enfermedades han impactado el diseño de interiores, el urbanismo y la arquitectura. Conozca cómo.

Textos Laura Vega G.


La creatividad era uno de los mitos asociados a la tuberculosis, quienes la padecían afirmaban tener momentos donde las ideas fluían sin problema. “El temperamento melancólico –o tuberculoso era superior, de un ser sensible, creativo”, dice la escritora Susan Sontag en su libro La enfermedad y sus metáforas. Esta obra la leyó en los ochenta la arquitecta española Beatriz Colomina y, desde entonces, su manera de acercarse a la arquitectura cambió por una perspectiva médica. En su obra X-Ray Architecture establece un puente entre las enfermedades y la arquitectura moderna, planteada en los años veinte por profesionales como Alvar Aalto, Le Corbusier o Richard Neutra; también explica cómo las paredes blancas, la ventilación y la entrada de luz natural se convirtieron en el eje central del movimiento moderno arquitectónico. Pero esta relación no era novedad. Otros acercamientos entre arquitectura y salud se dieron por medio del urbanismo en ciudades como Londres y Barcelona, renovadas a finales del siglo XIX, para controlar los brotes de cólera. Los clósets empotrados y materiales hoy presentes en baños y cocinas son legado de pandemias de otros tiempos.

Zonas verdes

París fue pionera dentro de los planes de reformas urbanísticas que transformaron ciudades como Nueva York, Londres y Viena en el siglo XIX. En este caso fue liderado por el barón Georges-Eugène Haussmann. Uno de sus objetivos era eliminar la suciedad y la humedad de las calles para convertirla en una ciudad moderna y saludable. Casas antiguas fueron derribadas para darle espacio a calles más amplias y jardines. El antropólogo y médico Christos Lynteris explica en su libro La peste y la ciudad, que en la época creían que las enfermedades venían del “aire tóxico”, por eso veían la necesidad de ampliar las calles y permitir la circulación del aire. Esta teoría fue refutada décadas más tarde.

 

Calles más amplias

Barcelona estuvo rodeada por murallas medievales hasta 1844, cuando se tomó la decisión de derribarlas para ensanchar la ciudad asfixiada por brotes de cólera y fiebre amarilla. El líder designado para esta tarea fue el ingeniero Ildefonso Cerdà, un estudioso de las características higienistas que prometían reducir las tasas de mortalidad y entregarles a los habitantes mejor calidad de vida. Para lograrlo, Cerdà se basó en la dirección de los rayos del sol y en la cantidad de aire que una persona necesita para respirar correctamente. Se diseñaron calles de casi 20 metros de ancho y edificios con alturas específicas.

Bajo el concepto de urbanismo humanista, el Plan Cerdà le entregó a Barcelona un sistema de recolección de aguas.

 

Más ventilación, menos polvo

La construcción de The Lovell Health House en Los Ángeles, durante los años veinte, estuvo en manos del arquitecto Richard Neutra. Líneas rectas, ventanas grandes, balcones y terrazas abiertas, paredes blancas y la inclusión de vegetación le daban la bienvenida a los pacientes que llegaban aquí buscando recuperación. Esta casa, que transformó el diseño en esta zona de California, tomó sus principales características de los sanatorios europeos diseñados para pacientes con tuberculosis, como el de Paimio, diseñado por el finlandés Alvar Aalto. Estas características también están reseñadas en el libro Hacia una arquitectura, de Le Corbusier, quien después de haber estado aislado por la gripe española escribió sobre la importancia de la luz natural en los espacios y la eliminación de accesorios recolectores de polvo.

Baldosas y azulejos

Otro de los cambios que llegaron con las pandemias que azotaron a Europa en el siglo XIX está en los baños. El brote de cólera en Londres los llevó de espacios cerrados, con pisos de madera y tapetes, paredes tapizadas y mobiliario —que se creían recolectaban más bacterias— a baños con superficies lisas, pisos y paredes de baldosas, azulejos y otros materiales que permiten una mejor rutina de limpieza; detalles que siguen presentes en los diseños actuales. Los baños para visitantes también vienen de los múltiples intentos por prevenir enfermedades. Por ejemplo, en Estados Unidos, a principios del siglo XX, al menos una persona entraba a las casas a dejar hielo o carbón. La regla para evitar contagios era el lavado de manos, entonces para que el domiciliario no usara el baño familiar empezaron a instalarse lavamanos cerca de las puertas de entrada.

Luz natural y paredes blancas

Así como los arquitectos Richard Neutra y Alvar Aalto diseñaron sus propias versiones de sanatorios, Le Corbusier construyó su idea de vivienda sana. La Villa Savoye está en Poissy, Francia, y su diseño integra columnas; jardines en los techos y terrazas; ventanas grandes y corredizas; fachadas libres; superficies lisas, y paredes blancas. Finalizada en 1929 definió el movimiento arquitectónico moderno, incluso, algunos detalles sobreviven en la actualidad alrededor del mundo, como la implementación de clósets empotrados, ventanales, espacios abiertos y la importancia de la luz natural.

Los clósets empotrados hacen parte del legado de otras pandemias.  

 

Nuevos materiales

Hoy existen distintos tipos de cocinas: colores, tamaños, materiales que responden a diferentes necesidades. Muchos de estos elementos fueron añadidos a este espacio de la casa para facilitar la limpieza. Las baldosas, el linóleo, el mármol, el cobre y el acero inoxidable. Así mismo se aplicó la construcción de gabinetes para guardar las vajillas y accesorios que antes se dejaban por fuera y servían como decoración, una estrategia para evitar la acumulación de polvo y gérmenes en el espacio. Un estudio de la Universidad de Tennessee afirma que las autoridades de salud pública de la época vieron en las cocinas una oportunidad para establecer rutinas de higiene, mantener la salud en el hogar y evitar los brotes de enfermedades infecciosas.

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